Aquí en Argentina se daba hecha una clasificación de Vélez a la final de la copa.
En verdad, Vélez, ya con el resultado puesto, y con el diario del lunes , termino siendo mas equipo, pero en el futbol, no hay lugar para la justicia.
En Uruguay se dio un gran partido del fortín, con oportunidades para marcar en el arco rival, pero el arquero, y la mala suerte se lo negaron.
Peñarol tuvo sus oportunidades, y aprovecho una. Un centro desde la derecha, finalizando el primer tiempo, se anticipo Rodríguez a todo el mundo de cabeza y a cobrar.
Ya en la segunda etapa, fue todo de Vélez. Mucha tenencia de pelota, pero sin profundidad. Peñarol llego a defender con línea de cinco. Un equipo ordenado que supo cuidar el cero en el arco propio para viajar a Buenos Aires. Discutiendo entre amigos, pensaba que el equipo uruguayo limitaba entre las críticas y elogios.
Si pasaba a la final era un equipo copero, con mística que sabia jugar esa clase de partidos. Cinco copas libertadores avalan esa posición. Pero de lo contrario, seria juzgado de amarrete, de proponer poco.
Ya en Liniers, Peñarol encontró su gol de visitante, lo que obligaba a Vélez a marcar tres que finalizando el primer tiempo, empata en un “a la carga barraca” épico.
En un segundo tiempo para el infarta, Silva marca el segundo que ilusionaba a Vélez con la final. En una jugada maradoniana del burrito Martínez en el área, lo tocan y penal. Era la chance para llegar al tercero, a diez minutos del final, y con eso acariciar la final de la copa. Pero un resbalón y pelota arriba del travesaño del 9 del fortín apagaron esas expectativas. A partir de allí, nada fue igual, y ya no hubo oportunidades para remontadas gloriosas.
Se desempolva un poco de la mística Aurinegra, aquella que desde 1987, no se plantaba en una final de copa libertadores. Bienvenida también, para elevar los niveles de competición en el continente.
En verdad, Vélez, ya con el resultado puesto, y con el diario del lunes , termino siendo mas equipo, pero en el futbol, no hay lugar para la justicia.
En Uruguay se dio un gran partido del fortín, con oportunidades para marcar en el arco rival, pero el arquero, y la mala suerte se lo negaron.
Peñarol tuvo sus oportunidades, y aprovecho una. Un centro desde la derecha, finalizando el primer tiempo, se anticipo Rodríguez a todo el mundo de cabeza y a cobrar.
Ya en la segunda etapa, fue todo de Vélez. Mucha tenencia de pelota, pero sin profundidad. Peñarol llego a defender con línea de cinco. Un equipo ordenado que supo cuidar el cero en el arco propio para viajar a Buenos Aires. Discutiendo entre amigos, pensaba que el equipo uruguayo limitaba entre las críticas y elogios.
Si pasaba a la final era un equipo copero, con mística que sabia jugar esa clase de partidos. Cinco copas libertadores avalan esa posición. Pero de lo contrario, seria juzgado de amarrete, de proponer poco.
Ya en Liniers, Peñarol encontró su gol de visitante, lo que obligaba a Vélez a marcar tres que finalizando el primer tiempo, empata en un “a la carga barraca” épico.
En un segundo tiempo para el infarta, Silva marca el segundo que ilusionaba a Vélez con la final. En una jugada maradoniana del burrito Martínez en el área, lo tocan y penal. Era la chance para llegar al tercero, a diez minutos del final, y con eso acariciar la final de la copa. Pero un resbalón y pelota arriba del travesaño del 9 del fortín apagaron esas expectativas. A partir de allí, nada fue igual, y ya no hubo oportunidades para remontadas gloriosas.
Se desempolva un poco de la mística Aurinegra, aquella que desde 1987, no se plantaba en una final de copa libertadores. Bienvenida también, para elevar los niveles de competición en el continente.
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