sábado, 28 de mayo de 2011

Media Maraton Rosario

El día 7/05/2011, emprendimos el viaje hacia la ciudad de la bandera con el objetivo de correr mi primer media maratón en esa ciudad. No es una ciudad cualquiera Rosario para nuestra familia. Mi abuela materna nació en sus alrededores y me pareció una buena idea correr esa carrera y de paso visitar la ciudad, e invitar a toda la familia a que me acompañen.
Al principio, con la inscripción salida del horno y recién hecha no se engancharon, pero luego con el correr de los días se fueron adhiriendo a la causa y ya los tenia anotados en la lista a mama, papa, el tío Jorgito, y a la tía Elena, invitada por mama. Además de las incondicionales Euge y Vicky que me acompañan a todos lados. Vicky un poco en contra de su voluntad pero no le queda otra.
El sábado después de viajar 3hs, por la ruta 9, llegamos a la ciudad. Con un hermoso día a las 14 hs ya habíamos retirado el Kit de corredor y hacia la cola para personalizar la remera. Allí fue que comencé a pensar que estamparle en la parte posterior. No había demasiadas opciones, ponerle mí nombre, mi apellido u otra cosa que haga alusión a mí. De repente, se me ocurrió la idea de que todos lo que estábamos allí (Euge, Vicky y yo, y en alguna medida los que iba a venir al día siguiente), éramos un equipo, ellos eran los que me apoyaban, me alentaban, me daban ganas y las que por sobre todo se aguantaban estar allí. Así nació el nombre de EQUIPO CASANOVA.
La verdad que el día ayudo y pudimos pasar la tarde frente al monumento de la bandera, frente al Río Paraná.
Almorzamos y caminamos la rivera. Subimos al monumento. Eso era algo que no podíamos dejar de hacer. Al caer la tarde, hicimos la entrada al hotel, que había reservado desde Bs. As para pasar la noche y estar bien fresquito a la hora de la carrera.
Algo que me preocupaba demasiado era que comer, y la hidratación. Durante esos últimos días tome mucho Gatorade, y trate de comer lo mas liviano posible, eliminando azucares y grasas de mi dieta. Pero sabía que esa noche iba a necesitar una buena dosis de hidratos de carbono, y la alternativa mas cercana era una buena Pizza.
Caminamos demasiado por la ciudad para encontrar una pizzería y volvimos al hotel a comerla.
Esa noche no fue fácil descansar. Los nervios me atacaron con retorcijones y falta de sueño. Antes de apagar la tele para cerrar los ojos tuve que pasar por el baño.
Al dia siguiente, a la mañana, 6.30 estaba sonando el despertador. Era el gran día. Sabía que era el debut en 21km. Que no iba a ser nada fácil. Rato a rato recordaba un día de entrenamiento en el que salí de casa hasta el CASI y di dos vueltas al hipódromo de San Isidro lo que contabilizo 16 Km. en 1 hora 57 minutos. Esa era la experiencia más cercana que tenía a lo que esa mañana iba a realizar.
Desayune un yogurt con cereales y arranque para el baño nuevamente, pero esta vez tenia diarrea y sabia que eso no era bueno. Eso me deshidrataba y disminuiría mis posibilidades. No fue solo esa vez, fueron dos. Así que rápidamente trate de olvidarme de la situación y emprendí el viaje hacia el monumento donde era la salida. Igualmente como buen previsor me lleve 50 pesos en el bolsillo, por las dudas. Me tenía confianza pero era entendido de mi realidad y no conocía mis limitaciones frente a la distancia de 21k.
Allí como mencione anteriormente me esperaban mis padres, el tío Jorge y la tía Elena. No hubo demasiado tiempo para charlas. Estábamos muy sobre la hora y yo no había precalentado nada. La mañana era fresca, no demasiado pero lo suficiente como para llevar abrigo. Estarían haciendo alrededor de 15 grados. Después de los saludos, trote alrededor de cinco minutos por al parque, elongue algo y cuando quise acordar, Ronnie Arias (conductor del evento) alerto de que faltaban 1.30min para la largada. Allí arranque con todas las ganas para alistarme y salir. Comenzó a sonar ese himno hermoso, que pasan en todos los estadios de futbol, que hace poner la piel de gallina, y que la hinchada tararea, y con ello el estallido de papeles que indicaban el principio de la carrera.
Desde que salí de mi casa el día anterior sabía que iba a una guerra, frente a mi mismo, la lucha no era contra otros sino contra mis posibilidades. Se me venían recuerdos de carreras anteriores y pensaba que era prácticamente el doble de lo que corría habitualmente que debía soportar esa mañana. No quería abandonar, pero lo pensaba, si algo salía mal, era una posibilidad
Salí muy tranquilo sin demasiada gente a mí alrededor, lo que me permitía marcar mi ritmo. Escuchando música con el celular, lo que no me ayudaba, porque con el aleatorio activado me elegía todas canciones de la que denominamos lentas. With or Without you recuerdo que empezó a sonar y pensé… justo este tema… no podría haber algo mas motivador.
En mi mente pensaba en que si llevaba un ritmo de 8min el Km. (algo que la verdad era muy lento) le iba a poner cerca de 2 horas 40 minutos. Eso era 20 minutos antes de la finalización de la carrera.
El comienzo se dirigía hacia el sur de la ciudad, lo que no es muy bonito, pero al llegar al primer kilómetro y mirar mi reloj advertí que iba cerca de los 6.50 el Km. y eso fue una buena dosis de aliento para segur adelante y saber que estaba por debajo de lo que venia planeando.
Pasando debajo del puente de circunvalación, ya volvíamos para el monumento lugar donde la carrera había largado. Todo iba bajo control me sentía muy bien, y me sentía muy seguro de mis pasos.
Al kilómetro 6, pase por el punto de partida y allí me esperaba la familia. Parece mentira pero me inyectaron una dosis fuerza y ganas que jamás lo había sentido. El apoyo de la familia es importante y en ese momento advertí de lo que eso significa.
Cerca del kilómetro diez pasamos por debajo de un túnel y allí fue cuando la rodilla empezó a molestar. El mismo dolor del pasado aparecía y avisaba que estaba allí para poner palos en la rueda.
Trate de corregir la posición en la que corría, para alivianar el peso sobre la rodilla. Hasta llegue a correr agachando mi cuerpo para tratar de no flexionar mi rodilla izquierda. Ahí el dolor lo escondí y pude seguir.
Psicológicamente venia bien hasta que pase por un cartel que para mi decía 11 kilómetros y el que estaba de espaldas decía 18. Tenia que hacer 7 kilómetros para llegar hasta ese mismo lugar. Además se podía ver perfectamente a los demás corredores correr esos 7 Km. Había que correrlos alrededor de un parque. Todos nos veíamos pero faltaban una parva de kilómetros importante. Ahí comento a declinar la moral.
El problema también trasuntaba por la hidratación. El gatorade no aparecía y el puesto de agua tampoco. En el 13 un corredor me pregunto si sabia cuanto faltaba para el agua. La verdad no tenia ni idea y pare, en un palo a alongar mi cuadriceps izquierdo. Fue allí cuando veo el puesto de hidratación cual oasis en el desierto y eso me ayudo a llegar hasta allí. Minutos antes me había descargado un sobre de azúcar en la boca pensando que me faltaba glucosa.
Antes de pasar por el control del Km. 15 donde se acreditaba el paso y que no se cortaba camino por otro lado, ya había menguado demasiado mi rendimiento, y en el 16 donde se entregaba el gatorade decidí parar para tomar y caminar.
Allí fue donde encontré a Mauricio. Un hombre de 55 años de Armstrong, productor de Seguros, que unos días después contacte por teléfono, y que corría 21km por primera vez. Caminamos juntos un rato y en el 17 decidimos largarnos a correr. Hablando se hizo todo mucho mas llevadero, pero casi en el Km. 19 me ataco el agotamiento y debí caminar un rato mas. Faltaba nada y no me iba a rendir en ese momento. Antes de llegar al Km. 20 ya estaba trotando nuevamente. Ya se escuchaba la música y la voz de Ronnie alentando a los que iban llegando. Eso marcaba el final de la carrera. Había que mantenerse en marcha solamente. En los últimos metros, con un último sprint final llegue, junto a Mauricio y a mi papa que corrió los últimos metros detrás mío. Nos abrazamos detrás de la línea, medalla, gatorade, y agua. No fue fácil. La verdad fue una experiencia increíble para mí. Estar trotando 2 horas 35 minutos sin saber como me iba a ir y haber llegado a la meta me traía de Rosario con el pecho inflado y el alma llena.
El sabor agridulce, que lo sentí en ese momento pero unas horas mas tarde había desaparecido, fue el tener que caminar por un espacio de tiempo. Rápidamente me di cuenta que me falta gimnasio. Los isquiotibiales me pasaron factura del Km. 17 en adelante y ahora se que debo fortalecerlos. Yo soñaba la carrera perfecta, sin caminar. Pero como exprese anteriormente rápidamente se fue esa idea de mi cabeza y pude disfrutar esa experiencia, más hoy a 18 días de la carrera.
Esto se ha tornado en adictivo, y a pesar de que no entrene fuertemente todas las semanas y no tenga un entrenamiento serio, se que voy a volver a correr 21 Km. este año.