sábado, 26 de noviembre de 2011

Alvy Singer en La Trastienda

Después de recorrer el circuito under, la Alvy Singer Big Band llega esta noche a La Trastienda. Hot-jazz, foxtrot, bolero, mambo y cumbia con la sonrisa cruzada del humor agridulce

Para los desprevenidos: Alvy Singer es la máscara que utiliza Jano Seitún desde que decidió volcar su caudal como músico de academia en las canciones. Así, desde su primer disco (Volumen Uno, 2006) se puso al frente de una Big Band capaz de tocar hot-jazz, foxtrot, bolero, mambo y cumbia con una actitud desfachatada y la sonrisa cruzada del humor agridulce. Lentamente se convirtió en uno de los músicos más activos de la escena cancionística del Río de la Plata: como compositor al frente de su Big Band, pero también como parte de Nacho y los Caracoles, Los Campos Magnéticos y Onda Vaga.
El año pasado, después de varias formaciones fluctuantes, logró afianzar un ensamble donde el banjo desplazó a la guitarra eléctrica y la batería camina sobre escobillas. Fogueó en vivo buena parte del repertorio y entró a los estudios ION para grabar a la vieja usanza, con la Big Band a punto caramelo. Comprometida con las canciones al punto de que todos cantan con un goce contagioso, subidos al colocón que proponen estos boleros desmañados. El resultado fue El tiempo del amor, uno de los registros del año: “es un disco con el que inauguramos una nueva etapa –explica Jano-. Hubo cambios de roles en la dinámica interna de la banda. Yo dejé de cranear tanto y orquestar en soledad y me entregué al juego espontáneo de hacer los arreglos entre todos. Así que es un disco muy grupal, más allá de que las canciones sean de mi autoría. Estamos muy orgullosos de ese disco. Los grabamos en un par de días, y ahí está. Es un mueble al que intencionalmente le falta el pulido. Dejamos que se vean las vetas y las texturas de los materiales usados”.
Ahora, después de recorrer el circuito underground de punta a punta, la Alvy Singer Big Band llega a La Trastienda. La cita es esta noche a las 23:30, con la excusa de presentar El tiempo del amor y las canciones antologizadas en Pequeños Éxitos. “Es un pico emocional para nosotros –dice Jano-. La culminación de un año muy agitado, muy divertido, en el que crecimos mucho: como amigos, como músicos, como grupo. Lanzamos nuestro cuarto y mejor disco, más un compilado de pequeños éxitos, nos fuimos de gira por las provincias y básicamente la pasamos bien. Va a estar Nacho Rodríguez (Onda Vaga) como invitado y el plan es repasar pasado, presente y futuro de la Alvy Singer Big Band, porque además vamos a estrenar cosillas. Este show va a ser el clímax”.

fuente: OIR MORTALES (http://oirmortales.infonews.com/2011/11/25/musica-1422-alvy-singer-en-la-trastienda.php)

Estuve presente... impresionante,... mucha fuerza la musica de esta banda...

domingo, 20 de noviembre de 2011

El Parto por Eduardo Galeano

Al amanecer, doña Tota llegó a un hospital del barrio de Lanús. Ella traía un niño en la barriga. En el umbral, encontró una estrella, en forma de prendedor, tirada en el piso.
La estrella brillaba de un lado, y del otro no. Esto ocurre con las estrellas, cada vez que caen en la tierra, y en la tierra se revuelcan: de un lado son de plata, y fulguran conjurando las noches del mundo; y del otro lado son de lata nomás.
Esa estrella de plata y de lata, apretada en un puño, acompañó a doña Tota en el parto.
El recién nacido fue llamado Diego Armando Maradona.

Bocas del tiempo.



viernes, 11 de noviembre de 2011

Esa Pelota

Esa pelota escapando por el alambrado sublevó algo en lo más hondo de mi pecho. La exaltación también escapaba incontenible por una ventana de mis impulsos. Le pedí al chofer del auto que se detuviera. Abrí la puerta y salí corriendo dejándola entreabierta, sin pensar en mis pertenencias, sin dar explicaciones, con la urgencia de las fieras, como si se hubiera abierto una jaula, como si fuera a encontrarme con esa novia a quien quise besar en tantas noches eternas. Soñaba con ella y soñaba con goles; la llamaba a ella y llamaba a los goles; la imaginaba a ella e imaginaba cómo la curva perfecta de la pelota engañaba al arquero y se encontraba con la red como en un abrazo apretado de esos que no se quieren soltar. En esa maraña de entonces y ahora, me encontré corriendo entre los adoquines oscuros de la marginada calle Azopardo, en los suburbios de una canchita bajo la autopista, pero en un epicentro de mi historia. De resfilón ví a los muchachos agarrándose del alambrado como presos a los que se les acaba de ir la libertad aún más lejos. La libertad picaba redonda para mi lado de la vida. En la corrida que me llevaba, ya escuchaba mi corazón, ya aflojaba mi corbata, ya olvidaba la oficina, ya sentía la combustión del sudor. Corría hacia la pelota, corría hacia atrás en el tiempo. Volvía. Despertaba esa fibra genuina que sabe antes de que uno sepa, cuál es el camino que nos pertenece. “Si dudás, no es el camino”, me decía mi abuelo al explicar cómo habla cuando habla la intuición. Por qué lo había olvidado durante tanto tiempo. En el reproche entreví que algo en mí dejaba de estar entumecido y no eran sólo mis piernas selváticas alargándose sobre ese ajedrez rústico del casco viejo. Dos hilos de lágrimas fugitivas se deslizaban en mi cara con el viento, y nada me paraba. Pensaba en ella, como si pudiera contarle mi hazaña, como si pudiera volver a sus brazos como en aquéllas noches, como si algo grande se estuviera jugando en esas zancadas. Empecé a reir a carcajadas, sentí crujir el pantalón del ambo y lo rasgué en el estirón final… y la toqué y me entendió y acompañó y se volvió y la llevé y me guió y rebotó y la piqué y la seguí y volví a pegarle con un zapatazo lustrado que salió de la memoria intacta de tantos potreros. De la cintura la hubiera llevado a ella también. Miré al cielo, con la vista seguí el viaje perfecto de esa bola que me dejaba y sin perderle mirada, escuché el festejo por su vuelta a la cancha, mientras volvía a perderla yo. Caí sentado, ya pobre sin ella, sin nada, sobre el abismal cordón de la vereda. Llorando y con la cabeza entre las piernas, temblando, entendí quién era. Era yo. Había vuelto a mí. Cualquier cosa que pasara de ahí en más, sabría, de nuevo, sin dudas, cómo avisa el corazón, de qué se trata el amor verdadero.


Por cristinaperez
Publicado octubre 11, 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

I love Yanquis (Desde Uruguay)

Diario el Pais Digital. Editorial.
14 de Octubre de 2011.
Sebastian Da Silva.

Ser frentista debe de ser un trauma. Tanta lucha, tanto a redoblar, tanto puño crispado, tanta hermandad latinoamericana, tanta marcha anti imperialista para que 6 años de ejercicio del gobierno destroce toda una forma de vivir. O vivieron 30 años en una mentira, o sus representantes son unos farsantes.
No querían el aeropuerto, y lo inauguraron con bombos y platillos abrazados a Eurnekian. Hablaron pestes de López Mena y Buquebus fue su principal contribuyente en dos campañas electorales, están en contra de la extranjerización de la tierra, y durante su gobierno se vendió la tercera parte de los campos del país, se rasgaron las vestiduras con los derechos sindicales y no les tembló el pulso en decretar cuantas veces fuera necesaria la esencialidad en las huelgas complicadas.
Combatieron el atraso cambiario, y Uruguay es el país con el peso más sobrevalorado. Y en el área financiera, aquellas proclamas antisistema, quedaron de lado, convirtiéndose el gobierno uruguayo, en uno de los niños mimados del FMI. Sabias palabras aquellas del actual Presidente del Banco Central, cuando reconoció que el doble discurso fue parte de una estrategia electoral, pero lo que nunca pensó Bergara es que sus verdades llegaran tan lejos.
La confesión del ex presidente Vázquez sobre la tragicómica posibilidad de un conflicto bélico con Argentina, es grave en sí misma. Refleja una desconfianza con todos y cada uno de los organismos multilaterales a lo que el Uruguay es parte. Demuestra la farsa de las fotitos de mandatarios abrazados en cuanta cumbre latinoamericana exista. Destruye aquella utopía de la "afinidad ideológica" o de un nuevo tiempo de izquierda en América Latina, y por supuesto perjudica cualquier relacionamiento diplomático con el gobierno de Cristina Kirchner para el caso que se pretenda volver a gobernar. Nadie en su sano juicio afianza relaciones con quien algunos meses antes escudriñaba estrategias de guerra contra su marido.
La delicadeza de estas afirmaciones, si bien afectan a todos, para la izquierda es terminante. Recurrir a Bush, para combatir a sus aliados ideológicos, modifica el paradigma del militante de izquierda. A partir de esta semana, nunca más los uruguayos deberíamos de tener que volver a soportar aquello de yanquis go home. Debe quedar meridianamente claro para todos que ante el miedo se recurrió al "Imperio", deben tragarse todas y cada una de las afirmaciones hechas hacia los respectivos gobiernos estadounidenses y por supuesto un cuadro de George W. Bush debería de ingresar a las comités frenteamplistas como el nuevo salvador de la patria.
Me cuesta imaginarme la cara del entonces canciller Gargano, me cuesta estar en el lugar de Eduardo Galeano y quisiera presenciar el discurso de Tabaré el próximo sábado ante el congreso del PCU.
Este episodio, muestra una vez más lo que nos hemos cansado de escribir: el Frente y sus incoherencias son capaces de cualquier cosa. Han construido una farsa que en los hechos se cae a pedazos.
Y pasarán a la historia por haber desperdiciado la etapa más próspera de la historia del país.

jueves, 3 de noviembre de 2011

KE11Y SLATER

El surfista estadounidense Kelly Slater ha logrado su undécimo título mundial ASP en Ocean Beach (San Francisco), un logro histórico sin precedentes que le convierte, a sus 39 años y tras dos décadas de una carrera repleta de éxitos, en el más joven y más veterano en lograr la preciada corona mundial ASP... (ABC.es)
Nada mas para decir... solo con ver el video alcanza...

martes, 1 de noviembre de 2011

La importancia de no nacer importante

La apropiación privada de la tierra siempre se anticipó, en América Latina, a su cultivo útil. Los rasgos más retrógrados del sistema de tenencia actualmente vigente no provienen de las crisis, sino que han nacido durante los períodos de mayor prosperidad; a la inversa, los períodos de depresión económica han apaciguado la voracidad de los latifundistas por la conquista de nuevas extensiones. En Brasil, por ejemplo, la decadencia del azúcar y la virtual desaparición del oro y los diamantes hicieron posible, entre 1820 y 1850, una legislación que aseguraba la propiedad de la tierra a quien la ocupara y la hiciera producir. En 1850 el ascenso del café como nuevo «producto rey» determinó la sanción de la Ley de Tierras, cocinada según el paladar de los políticos y los militares del régimen oligárquico, para negar la propiedad de la tierra a quienes la trabajaban, a medida que se iban abriendo, hacia el sur y hacia el oeste, los gigantescos espacios interiores del país. Esta ley «fue reforzada y ratificada desde entonces por una copiosísima legislación, que establecía compra como única forma de acceso a la tierra y creaba un sistema notarial de registro que haría casi impracticable que un labrador pudiera legalizar su posesión.. . » (126M Darcy Ribeiro, Las Américas y la civilización, Los pueblos nuevos, Buenos Aires, 1969.)

La legislación norteamericana de la misma época se propuso el objetivo opuesto, para promover colonización interna de los Estados Unidos. Crujían las carretas de los pioneros que iban extendiendo frontera, a costa de las matanzas de los indígenas, hacia las tierras vírgenes del oeste: la Ley Lincoln de 1862, el Homested Act, aseguraba a cada familia la propiedad de lotes de 65 hectáreas. Cada beneficiario se comprometía a cultivar su parcela por un período no menor de cinco años `(127 Edward C. Kirkland, Historia económica de Estados Unidos, México, 1941.). El dominio público se colonizó con rapidez asombrosa; la población aumentaba y se propagaba como una enorme mancha de aceite sobre el mapa. La tierra accesible, fértil y casi gratuita, atraía a los campesinos europeos, con un imán irresistible: cruzaban el océano y también los Apalaches rumbo a las praderas abiertas. Fueron granjeros libres, así, quienes ocuparon los nuevos territorios del centro y del oeste. Mientras el país crecía en superficie y en población, se creaban fuentes de trabajo agrícola y al mismo tiempo se generaba un mercado interno con gran poder adquisitivo, la enorme masa de los granjeros propietarios para sustentar la pujanza del desarrollo industrial.

En cambio, los trabajadores rurales que, desde hace más de un siglo, han movilizado con ímpetu la frontera interior de Brasil, no han sido ni son familias de campesinos libres en busca de un trozo de tierra propia, como observa Ribeiro, sino braceros contratados para servir a los latifundistas que previamente han tomado posesión de los grandes espacios vacíos. Los desiertos interiores nunca fueron accesibles, como no fuera de esta manera, a la población rural. En provecho ajeno, los obreros han ido abriendo el país, a golpes de machete, a través de la selva. La colonización resulta una simple extensión del área latifundista. Entre 1950 y 1960, 65 latifundios brasileños absorbieron la cuarta parte de las nuevas tierras incorporadas a la agricultura (128 Celso Furtado, Um projeto para o Brasil, Rfo de Janeiro, 1969.).

Estos dos opuestos sistemas de colonización interior muestran una de las diferencias más importantes entre los modelos de desarrollo de los Estados Unidos y de América Latina. ¿Por qué el norte es rico y el sur pobre? El río Bravo señala mucho más que una frontera geográfica. El hondo desequilibrio de nuestros días, que parece confirmar la profecía de Hegel sobre la inevitable guerra entre una y otra América, ¿nació de la expansión imperialista de los Estados Unidos o tiene raíces colonial, sociedades muy poco parecidas y al servicio de fines que no eran los mismos (129 Lewis Hanke y otros autores de Do the Américas Have a Common History? (Nueva York, 1964) despliegan en vano la imaginación en el afán de encontrar identidades entre los procesos históricos del norte y del sur. Los peregrínos del Mayflower no atravesaron el mar para conquistar tesoros legendarios ni para explotar la mano de obra indígena escasa en el norte, sino para establecerse con sus familias y reproducir, en el Nuevo Mundo, el sistema de vida y de trabajo que practicaban en Europa. No eran soldados de fortuna, sino pioneros; no venían a conquistar, sino a colonizar: fundaron «colonias de poblamiento». Es cierto que el proceso posterior desarrolló, al sur de la bahía de Delaware, una economía de plantaciones esclavistas semejante a la que surgió en América Latina, pero con la diferencia de que en Estados Unidos el centro de gravedad estuvo desde el principio radicado en las granjas y los talleres de Nueva Inglaterra, de donde saldrían los ejércitos vencedores de la Guerra de Secesión en el siglo XIX. Los colonos de Nueva Inglaterra, núcleo original de la civilización norteamericana, no actuaron nunca como agentes coloniales de la acumulación capitalista europea; desde el principio, vivieron al servicio de su propio desarrollo y del desarrollo de su tierra nueva. Las trece colonias del norte sirvieron de desembocadura al ejército de campesinos y artesanos europeos que el desarrollo metropolitano iba lanzando fuera del mercado de trabajo. Trabajadores libres formaron la base de aquella nueva sociedad de este lado del mar.

España y Portugal contaron, en cambio, con una gran abundancia de mano de obra servil en América Latina. A la esclavitud de los indígenas sucedió el trasplante en masa de los esclavos africanos. A lo largo de los siglos, hubo siempre una legión enorme de campesinos desocupados disponibles para ser trasladados a los centros de producción: las zonas florecientes coexistieron siempre con las decadentes, al ritmo de los auges y las caídas de las exportaciones de metales preciosos o azúcar, y las zonas de decadencia surtían de mano de obra a las zonas florecientes. Esta estructura persiste hasta nuestros días, y también en la actualidad implica un bajo nivel de salarios, por la presión que los desocupados ejercen sobre el mercado de trabajo, y frustra el crecimiento del mercado interno de consumo. Pero además, a diferencia de los puritanos del norte, las clases dominantes de la sociedad colonial latinoamericana no se orientaron jamás al desarrollo económico interno. Sus beneficios provenían de fuera; estaban más vinculados al mercado extranjero que a la propia comarca. Terratenientes y mineros y mercaderes habían nacido para cumplir esa función: abastecer a Europa de oro, plata y alimentos. Los caminos trasladaban la carga en un solo sentido: hacia el puerto y los mercados de ultramar. Ésta es también la clave que explica la expansión de los Estados Unidos como unidad nacional y la fractura de América Latina: nuestros centros de producción no estaban conectados entre sí, sino que formaban un abanico con el vértice muy lejos.

Las trece colonias del norte tuvieron, bien pudiera decirse, la dicha de la desgracia. Su experiencia histórica mostró la tremenda importancia de no nacer importante. Porque al norte de América no había oro ni había plata, ni civilizaciones indígenas con densas concentraciones de población ya organizada para el trabajo, ni suelos tropicales de fertilidad fabulosa en la franja costera que los peregrinos ingleses colonizaron. La naturaleza se había mostrado avara, y también la historia: faltaban los metales y la mano de obra esclava para arrancar los metales del vientre de la tierra. Fue una suerte. Por lo demás, desde Maryland hasta Nueva Escocia, pasando por Nueva Inglaterra, las colonias del norte producían, en virtud del clima y por las características de los suelos, exactamente lo mismo que la agricultura británica, es decir, que no ofrecían a la metrópoli, como advierte Bagú (130 Sergio Bagú, op. cit.) , una producción complementaria.

Muy distinta era la situación de las Antillas y de las colonias ibéricas de tierra firme. De las tierras tropicales brotaban el azúcar, el tabaco, el algodón, el añil, la trementina; una pequeña isla del Caribe resultaba más importante para Inglaterra, desde el punto de vista económico, que las trece colonias matrices de los Estados Unidos.

Estas circunstancias explican el ascenso y la consolidación de los Estados Unidos, como un sistema económicamente autónomo, que no drenaba hacia fuera la riqueza generada en su seno. Eran muy flojos los lazos que ataban la colonia a la metrópoli; en Barbados o Jamaica, en cambio, sólo se reinvertían los capitales indispensables para reponer los esclavos a medida que se iban gastando. No fueron factores raciales, como se ve, los que decidieron el desarrollo de unos y el subdesarrollo de otros: las islas británicas de las Antillas no tenían nada de españolas ni de portuguesas. La verdad es que la insignificancia económica de las trece colonias permitió la temprana diversificación de sus exportaciones y alumbró el impetuoso desarrollo de las manufacturas. La industrialización norteamericana contó, desde antes de la independencia, con estímulos y protecciones oficiales. Inglaterra se mostraba tolerante, al mismo tiempo que prohibía estrictamente que sus islas antillanas fabricaran siquiera un alfiler.

Eduardo Galeano "Las Venas Abiertas de America Latina"