jueves, 11 de agosto de 2011

Reerun 2011

Domingo, 7 de agosto, 6.30 hs am. Ese fue el momento en el que empezó mi día. Fue un despertar armonioso con el sonido del celular, devenido en despertador. Era la hora programada el día anterior, o mejor dicho ese mismo día unas horas antes ya entrado en domingo, cuando me acosté, veníamos de un cumple que no se pudo evitar, para levantarme y encarar la carrera de reebok en Palermo. En algún momento escribí en este mismo blog, que esa carrera, es especial, ya que fue la primera, en la que descubrí este fantástico mundo de las carreras y el running.
Era también para mí la carrera del reencuentro con la actividad. Desde la maratón de Rosario, no estuve enchufado para nada. He realizado algunas sesiones de entrenamiento pero han sido de las pocas y sin demasiado entusiasmo. Además con la llegada del invierno, si tenía algo de ganas de entrenar, me las sepulto el frio.
Hablando con alguien la vez pasada, le comentaba que la media maratón de Rosario, me dejo vacio. En todo concepto. Allí quedo todo. Sudor, ganas, entusiasmo, cansancio, la mente, etc. Había dado lo mejor de mi y me paso factura no solo con el correr de los días, sino de las semanas y los meses. No tuve ganas ni de agarrar un libro de Dean Karnazes, en el que cuenta sus experiencias en ultramaratones, ni de Aruki Murakami, que también hace lo propio. Este último autor, de origen japonés, cuenta que comenzó a correr por el hecho de que su actividad (escritor de novelas) es por naturaleza sedentaria. Por ende se calzo un par de zapatillas y comenzó a recorrer kilómetros. Relata en una parte de su libro, “de que hablo cuando hablo de correr”, que llego una etapa a la que el definió la tristeza del corredor, en la cual ya no encontraba satisfacción en sus trotes. No encontraba motivación para salir a moverse un rato. Bueno no quiero compararme con un tipo que corre largas distancias, pero me siento identificado. Después de la media maratón algo paso, nada fue igual. Algo hizo un click interior que me desmotivo. Quizás fue una etapa cerrada, lo desconozco pero así fue. Pasaron varias carreras. Deje de abrir los mails del club de corredores, y perdí interés por la actividad física. El espejo comenzó a devolverme una imagen más gruesa. Más panzón y con la cara más redonda me veía. No hacía falta que nadie me dijera nada. Además de perderme entre galletitas dulces, chocolates y alfajores.
Volviendo a ese domingo, me levante, fui al baño, me prepare el desayuno y me senté en mi sillón delante de la tele a tomarlo. Pasaban los minutos y nada me movía de allí. Mire el reloj, eran 7.30 y seguía en pijama y pantuflas. Pensé seriamente en no ir. Que iba a hacer a una carrera para la cual no había entrenado ni una vuelta a la plaza. Debía viajar desde mi casa a Palermo (alrededor de 25kms) cuando tenía cerca de 5 metros mi cama, que estaba calentita y lucia confortable. Me pare y fui hacia donde estaba el kit de la carrera, leí los folletos y especialmente busque el lugar donde tenía que ir a devolver el chip en caso de no participar. Allí pensé “no puedo ser tan boludo… te anotaste, pagaste, y no vas a ir…” no dude ni un segundo, me puse la ropa y emprendí camino a lo que sería una muy linda carrera.
Llegue muy sobre la hora. Tenía 20 minutos, para llegar a la Largada estaba cerca de cuatro cuadras, ya mucho más cerca que a las 7.30 cuando dudaba de ir, y además debía precalentar. Aproveche esas cuadras para hacerlas corriendo, y esos pocos minutos que me sobraban para calentar motores.
Comenzó la carrera y me costo encontrar el ritmo. La gente me pasaba y siempre uno quiere seguir el paso de los otros, pero hay que ser muy cauto y encontrar el ritmo propio para poder aguantar.
Iba tomando mi tiempo km a km veía que estaba entre los 6 y 6,50 min el km. Era un desafío aguantar ese tranco. La primera sorpresa llegó en el km 5 cuando lo sobrepase a los 32 minutos. Hacía mucho que no entrenaba y venía haciendo un muy buen tiempo para lo que eran mis expectativas. El día anterior le había dicho a Euge que la pretendía terminar en la hora 8 minutos de carera. Pero allí comenzó el dolor de rodilla izquierda. No podía estar ausente y allí se manifestó. Para el km 7 ya había sobrecargado para no exigir la pierna izquierda, la derecha y con ello aparecieron allí los dolores. La cuestión es que los pude sobrellevar, y me sobrepuse frente a esos obstáculos. Para esta clase de eventos, hay que estar fuerte físicamente y mentalmente. Yo ese domingo puse mis expectativas en la mente. Ella fue la que me ayudo a llegar. Y la que me ayudo a arrancar a las 7.30 de la mañana cuando las dudas me cercaron. Fue 1h 5min 43seg de sensaciones encontradas, o mejor dicho reencontradas. La llama no estaba apagada y de a poco comenzare a retomar mi entrenamiento.

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